Desde
el principio Dios gobernó los cielos y la tierra con su palabra, en el libro de
Génesis capitulo 1 encontramos la expresión “Dijo Dios hágase” la luz, la expansión,
los cielos, la vegetación, los animales, y tal como él lo ordenaba, sucedía.
El
hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios para gobernar en la tierra tal
como Él gobernaba en los cielos. Este propósito estaba sujeto a escuchar la voz
de Dios y obedecerla.
Dios
instruyo al hombre diciendo: “De todo árbol del huerto podrás
comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día
que de él comieres, ciertamente morirás.” Gen. 2:16. La autoridad delegada por Dios
esta sujeta a la obediencia y desde el momento en que el hombre decide escuchar
la voz del enemigo, este cede la autoridad y señorío, haciéndose esclavo de él.
Cuando
dejamos de escuchar la voz de Dios comenzamos a escuchar la voz de las
tinieblas y cometemos graves errores, con las tinieblas no debemos hacer
amistad ya que nos constituimos en enemigos de Dios.
“La
serpiente era más astuta que todos los animales del campo que Dios el Señor
había hecho, así que le preguntó a la mujer: ¿Es verdad que Dios les dijo que no
comieran de ningún árbol del jardín? Podemos comer del fruto de todos los
árboles —respondió la mujer—. Pero, en cuanto al fruto del árbol que está en
medio del jardín, Dios nos ha dicho: “No coman de ese árbol, ni lo toquen; de
lo contrario, morirán.” Pero la serpiente le dijo a la mujer: ¡No es cierto, no
van a morir!” Génesis 3:1-4 NVI.
La
voz de las tinieblas vienen a: engañar, establecer la muerte, robar y usurpar
la autoridad.
Fue
necesario que el verbo hecho carne viniera a la tierra en forma de hombre y
pagara el precio por la redención de la humanidad, reconciliando los cielos y
la tierra, retomando toda autoridad, señorío y poder, para entregarlo a sus
hijos.
“En
el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era
Dios. Por medio de él todas las cosas fueron creadas; sin él, nada de lo creado
llegó a existir. En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad.
Esta luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no han podido
extinguirla.” Juan 1:1, 3-5 NVI. El Señor Jesus es el verbo hecho carne que pago
el precio por el rescate del hombre para restáuralo a la posición original.
Tal
como en el principio la autoridad y el poder continúan sujetos a escuchar la Voz
de Dios y obedecerla. Es necesario exponernos delante de su presencia para entender sus planes y propósitos. Aprendamos a
callar para escuchar lo que Dios tiene que decir.
La voz de Dios es igual a la presencia de Dios. La
presencia de Dios es igual a la vida y la luz.
La
voz de Dios pone límites a través de su palabra nos da instrucciones
específicas para el ministerio, la familia, los negocio y el diario vivir. La
voz de Dios guía, da sentido y genera cobertura sobre nuestras vidas.
Jesús
nos enseño que no podemos ser independientes de la voz del padre. “Entonces
Jesús afirmó: —Ciertamente les aseguro que el hijo no puede hacer nada por su
propia cuenta, sino solamente lo que ve que su padre hace, porque cualquier
cosa que hace el padre, la hace también el hijo.” Juan 5:19 NVI. “Ciertamente
les aseguro que ya viene la hora, y ha llegado ya, en que los muertos oirán la
voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán.” Juan 5:25 NVI.
Que
no te gobierne ninguna voz distinta a la buena y perfecta voluntad de Dios.
En
las escrituras encontramos múltiples pasajes del trato de Dios con los hombres,
donde fue primordial escuchar y obedecer su voz para recibir sus bendiciones.
Noé
escucho la Voz de Dios y obedeció la instrucción de construir un arca donde entraría
él, su familia y dos parejas de cada ser viviente, con el propósito de
preservar la vida durante el diluvio. Transcurrido un año cuando estuvo seca la
superficie de la tierra salió Noé del arca, y la primera acción que llevo a
cabo fue construir un altar donde adorarle, dando a entender la importancia de permanecer
en una relación intima con su creador. La adoración es una atmosfera donde los
cielos se abren y te conectan con la voz de Dios. Aun en medio de la nada tenemos
que conectarnos con la presencia de Dios.
Abraham
escucho la voz de Dios y paso de ser un impío a ser el amigo de Dios, paso por
un proceso para alinear su corazón y ver el cumplimiento de la bendición en su
vida. “Así Abraham creyó a Dios y le fue contado como justicia” Gálatas 3:6.
Elias
escucho la voz de Dios: “El Señor le ordenó: Sal y preséntate ante mí en la
montaña, porque estoy a punto de pasar por allí. Como heraldo del Señor vino un
viento recio, tan violento que partió las montañas e hizo añicos las rocas;
pero el Señor no estaba en el viento. Al viento lo siguió un terremoto, pero el
Señor tampoco estaba en el terremoto. Tras el terremoto vino un fuego, pero el
Señor tampoco estaba en el fuego. Y después del fuego vino un suave murmullo." 1 Reyes 19:11, 12 NVI.
El
que tiene oídos para oír oiga. Después de oír, cree y obedece. Sal de la cueva
del confort y la distracción. A pesar de la tormenta, el terremoto y el fuego,
espera la voz apacible de Dios.
Pastora
Judith Espinoza.
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